El cuaderno de opinión de Antonio Balsalobre

Amanecer

Cuelga de la pared de mi estudio una reproducción en pequeño de un cuadro de Matisse, maestro de la simplificación y del colorismo intenso. Una obra que lleva por título Elle vit appaître le matin et se tut discrètement y que podríamos traducir por algo así como “Vio amanecer y se calló discretamente”. A mí que me toca tantas veces, a horas tempranas, después de ver salir el sol por la Sierra de la Pila, cuando empieza a iluminar el cerro de la Atalaya, “tan pronto como brilla la hija de la mañana, la (homérica) Aurora de rosados dedos”, ponerme a escribir esta columnilla, o lo que quiera que esto sea, también me entran ganas las más de las veces, como a la mujer del cuadro, de guardar un discreto silencio ante la belleza de la naturaleza que me rodea y permanecer indignadamente callado ante la estridencia del mundo del que tengo que ponerme a hablar u opinar. Lo cierto es que no sé por qué no lo hago.

Mito infernal

De Azaña dijo la derecha que tenía los labios, carniceros; la sonrisa, voraz y sin misericordia; la mirada, glacial, implacable. Cualquiera que vea las fotos, las imágenes en movimiento que han llegado de él hasta nosotros comprobará que no es así. Como mucho, por su aspecto, se podría decir que su fealdad debía de parecerse mucho a la que Valle-Inclán le atribuyó al marqués de Bradomín. La España más grotesca fue, sin embargo, más allá. Quiso resaltar esa supuesta fealdad como reflejo de su alma, “fea, monstruosa, infernal”. Todo lo contrario de lo que hizo la izquierda, que lo adoró y engrandeció, convirtiendo al político, al periodista, al dramaturgo, al intelectual progresista, en presidente de la Segunda República. El antropólogo Caro Baroja lo resume muy bien: “Don Manuel se convirtió en ídolo de la izquierda, y frente a esa idealización hecha con alguna base, en verdad, la derecha creó el mito infernal, según el cual Azaña era un monstruo horrible. Esto no tenía el menor fundamento, pero se propaló por todas las vías posibles”. Es curioso comprobar la capacidad que ha tenido siempre cierta derecha para satirizar y calumniar fieramente a sus enemigos. De Sánchez no podrán decir que es feo. Todo lo demás que han dicho y dicen de él me lo ahorro.

Imprenta sin papel

Estoy leyendo un libro cómodamente arrellanado en el sillón, mecido por la luz y algún rayo de sol otoñal que entra por la ventana. Un libro que puede ser impreso o digital. Levanto la vista por un momento y aprovechó para recordarme lo afortunado que soy de poder disfrutar de la lectura de un libro. Antes de la imprenta, los manuscritos eran escasos y solo cosa de ricos o de monjes. Se copiaban minuciosamente a mano y se custodiaban en los monasterios. En realidad, Gutenberg vino a democratizar la lectura, y con ella el saber. A introducir los libros en nuestras casas. También me digo que soy afortunado de poder leer un poema, una novela, un periódico, una revista en una pantalla gracias a la digitalización. Que internet, entre otras cosas, es un gran invento. Una maravillosa imprenta sin papel que democratiza si cabe más la lectura, y a la que me voy acostumbrando.